viernes, 11 de octubre de 2013

La Ruta

El sufrimiento es parte natural de hombre. Y no por esto debe verse al sufrimiento como algo “malo”, de lo cual se deba escapar, o se deba evitar.

Es la primera vez en mi vida que sufro así por alguien. O bueno, al menos, durante un tiempo tan prolongado. Es como si el sufrimiento se hubiera disipado por años, hubo días en los cuales éste ni se asomaba. Otros, aparecía como un témpano furibundo. En todo caso, estaba allí, jamás se fue del todo.

Pero ahora quiero sentir la felicidad. Hace meses que ésta ha tomado forma. Y en general me siento de putamadre. El punto es que, seguía pendiendo de un hilo la falsa ilusión del Otro: que cambiaría sus fallas para estar a mi lado. Así pasen los años, no importa, seguiríamos viviendo nuestras vidas pero al final (¿Al final? Pero si luego, nada más queda.) nos uniríamos en el amor.

No sé si huir de él sea la mejor manera de enfrentar la situación. Una huida simboliza cobardía para el común denominador. Pero soy libre de elegir que quiero ver y que no. NO quiero seguir reforzando una ilusión en base a recuerdos, fotografías, escritos… Otra cuestión que saltó fue la siguiente: “Si doy señales de echarlo de mi vida, pues estoy demostrando que aún lo amo. Obvio, porque aún no me es completamente diferente.”

¿Y qué, si se da cuenta? ¿Por qué debo avergonzarme de haber amado a alguien? Simplemente se enterará y punto. Ya está, lo hice, lo quise intensa e insanamente, a veces pienso.
Al menos sé que huyo porque amo

Mierda, todo se resume en esta frase de “Prófugos”. Al menos se que huyo porque amo. Estoy huyendo de tu encuentro, de tu mirada, de los recuerdos. Pero al menos se que huyo porque amo. Parezco cobarde, lábil, indefensa, sin opciones. ¡Pero al menos se que huyo porque amo!

Porque a pesar de todo, amé.

Tuve la capacidad de sentirme en sintonía con Otro, de querer hacer a alguien feliz, de tener los pensamientos más irracionales, hermosos e incongruentes. Esa locura que se apodera a veces de uno, la cual desata nuestra creatividad y nos hace vulnerables al sufrimiento.

Porque también me enorgullezco de mis errores pues demostré toda mi humanidad, ese amor incondicional que te hace decirle: “soy tan vulnerable a tu amor”. Si por descuido fui víctima de todo alguna vez, pues del mismo dolor vino el aprendizaje.






(El fin de amar es sentirse más vivo)